En muchas ocasiones nos paramos a pensar en nuestra alimentación con fines de mejora física o estética. Lo que no todos saben es que nuestra dieta no solo conlleva cambios en nuestro cuerpo, sino al equilibrio nutricional del cerebro. Este es el motivo principal por el que la nutrición es tan importante en nuestras vidas: gran cantidad de estudios e invenstigaciones están demostrando que la dieta, junto con las bacterias intestinales (conocidas también como flora intestinal) pueden determinar el comportamiento, la forma de ser y de pensar, así como el estado anímico de una persona. Esta influencia se acentúa durante la etapa de crecimiento y puede prolongarse hasta la edad adulta, de esta forma determinándola.
El intestino absorbe algunos de los componentes de los alimentos que ingerimos, seleccionando, después de seleccionar qué sustancias ingeridas son óptimas para el organismo y su funcionamiento, las desecha o las transfiere al torrente sanguíneo a través de sus paredes, zona a partir de la cual son distribuidas gracias a la sangre a lo largo del organismo.
No obstante, una mala alimentación suele conducir a la inflamación del intestino delgado y provocando la pérdida de su capacidad de selección, lo que provoca, a su vez, que los nutrientes seleccionados no sean beneficiosos para los órganos internos. Y, por supuesto, uno de los órganos que obtiene nutrientes fundamentales es el cerebro. Uno de estos nutrientes es el triptófano, un aminoácido obtenido a partir de la carne. Es utilizado en la fabricación de serotonina, neurotransmisor que se encarga del control del estado de ánimo, la depresión y la agresividad. Asimismo, los probióticos, bacterias tipo Lactobacillus Helveticus y Bifidobacterium longum son las que elaboran un ácido denominado gamma-aminobutírico, otro neurotransmisor regulador de múltiples procesos psicológicos. La ansiedad está provocada por el fallo del funcionamient de este neurotransmisor.
La revista Gastronterology ha ublicado un estudio que muestra la repercusión de los probióticos en el el cerebro de mujeres sanas, es decir, sin alteraciones psicológicas ni intestinales. Tomaron, durante semanas, leche fermentada mediante bifidobacterias, advirtiéndose diversos cambios en la actividad cerebral de las regiones que definen las emociones.
Otras investigaciones se han enfocado en el fenómeno de la permeabilidad intestinal, proceso que permite la fuga de algunos microorganismos a la sangre y que está relacionado con la depresión y la ansiedad.
El sistema digestivo se encuentra revestido por una pared celular impermeable. Ciertas conductas o dolencias pueden debilitar esta pared haciéndola permeable, posibilitando así que algunas sustancias tóxicas y bacterias alcancen el torrente circulatorio. Esto puede desencadenar una inflamación en todo el organismo, incluyendo el cerebro, lo cual, como indicábamos previamente, puede originar depresión. Las citokinas inflamatorias, de esta forma, hacen bajar los niveles de serotonina significativamente y por largos períodos de tiempo. También las bacterias que escapan del intestino podrían activar respuestas autoinmunitarias de inflamación en el cerebro que están asociadas con la aparición de depresión, tristeza y cansancio.
Dichos microorganismos pueden alterar el comportamiento y estar implicados de una forma directa en trastornos graves como autismo de un nivel reducido.
Según un estudio publicado en Acta Psychiatrica en 2013, el 35% de los participantes que sufrían depresión presentaban signos de permeabilidad intestinal, detectada previamente mediante un análisis de sangre.
Por otro lado, un estudio del Centro para la Adicción y Salud Mental de la Universidad de Toronto comprobó que los pacientes con depresión presentan un aumento del 30% en ciertos marcadores de inflamación cerebral, en comparación con otro grupo de pacientes sin este trastorno. El equipo de investigación le tomó escáneres cerebrales a 20 participantes del estudio que tenían depresión, y después a 20 participantes sanos. Midiendo la activación de las células inmunes, que juegan un papel clave en la activación de la respuesta inflamatoria del cerebro, hallaron niveles considerablemente elevados de inflamación cerebral entre las personas con depresión.
Ningún tratamiento contra la depresión trata directamente la inflamación. Por si fuera poco, el 10% de los pacientes que usan antidepresivos no responden al tratamiento, y otro 30% no muestran cambios tras el primer tratamiento antidepresivo. Estas investigaciones permiten el desarrollo y mejora del diagnóstico y tratamiento de enfermedades. Se espera que en un futuro se pueda usar para la creación de fármacos, así como tratamientos más eficaces.
La depresión es una compleja condición que puede tener su origen en diversas causas. Sin embargo, la función de la dieta y el estilo de vida se han de tener en cuenta a la hora de plantearnos cómo mejorar nuestro estado de ánimo.
Alba Sánchez Rodrigo
1ºBach, B
Bibliografía
www.wikipedia.org
www.nosabesnada.com
www.ciencia-explicada.com
www.gastroenterology.com